1. Unión y fraterna caridad.
Es el distintivo con el cual Don Pedro Legaria quiere que se señale la Congregación y el colegio. Por ello procuramos aceptarnos como somos y amarnos con ternura, lo cual favorece el desarrollo de todas las cualidades humanas y dones espirituales. La unión entre nosotros testifica la venida de Cristo; de ella fluye una fuerza apostólica, pues la caridad es la plenitud de la ley y el vínculo de la perfección.
- Aceptamos a cada uno como es a través de la mirada amorosa de Jesús.
- Nos comunicamos asertivamente. Respetamos y fomentamos la confianza por medio de un diálogo cercano y sincero.
- Conformamos equipos de trabajo, con sentido de pertenencia.
- Valoramos el compartir y lo llevamos a la práctica.
- Somos fáciles para disculpar los errores y sabemos perdonar de forma espontánea y libre.
- Propiciamos encuentros que dinamicen la comunicación y el compañerismo para lograr la cooperación, la solidaridad, la tolerancia dentro de un ambiente de alegría familiar.
- Nos alegramos con los logros y éxitos de los demás y nos hacemos sensibles al sufrimiento del otro.
- Manifestamos delicadeza y atención a los demás.
- Trabajamos en equipo para lograr beneficios comunes.
- Somos capaces de resaltar las cualidades del otro.
2. Solidaridad.
La solidaridad es una relación entre seres humanos, fundamentada en la igualdad de todos como hijos de Dios, en la que uno hace propias las cargas del otro y se responsabiliza junto con éste de dichas cargas.
- Formamos personas capaces de respetar la identidad, la cultura, la historia, la religión y, sobre todo, a compartir los sufrimientos y las necesidades ajenas, con la conciencia que todos somos verdaderamente responsables de todos”[1].
- Nos sentimos impulsados a construir una sociedad justa y solidaria, y a buscar el bien de todas las personas, especialmente de los más desfavorecidos, o que experimentan cualquier tipo de pobreza[2].
3. Humildad.
Es la virtud que lleva a la persona a no presumir de sus logros, a reconocer sus errores y debilidades y a actuar sin orgullo, por eso se puede decir que la humildad es la virtud del realismo, pues consiste en ser conscientes de nuestras limitaciones e insuficiencias y en actuar de acuerdo con tal conciencia. Más exactamente, la humildad es la sabiduría de lo que somos.
- Cultivamos la humildad dando pasos para el acercamiento al otro, mejorando el conocimiento propio, la aceptación de la realidad y la superación del yo como eje de todos los pensamientos e imaginaciones.
- Aspiramos al grado más alto de la humildad que es darse[3]. En los Hechos de los Apóstoles se citan las palabras de Jesús: “se es más feliz en dar que en recibir”[4].
Si todo de Dios, si nada mío... si nada puedo sin Él... buscaré siempre su gloria... Tendré humildad profunda[5].
La humildad es el encanto de Jesús, la humildad da obediencia, castidad, laboriosidad, amabilidad, cariño… es la virtud más amada del Corazón de Jesús y de nuestra Madre Inmaculada[6].
4. Excelencia.
Es la capacidad para elegir el mayor bien y comprometerse para alcanzarlo, excluyendo toda mediocridad. Es conquistar la cima anhelada.
- Por “excelencia académica” comprendemos la calidad de ideas, principios y actuaciones de quienes, como miembros de la comunidad educativa, nos situamos habitualmente por encima del simple cumplimiento material y rutinario del deber y buscamos en todo el “más” por la gloria de Dios y bien de los hermanos.
- D. Pedro Legaria nos invita a buscar la excelencia con estas palabras: “El heroísmo ordinario está en la mortificación lenta, pero constante y secreta de cumplir bien las más ordinarias y triviales obligaciones”[7].
5. Trascendencia.
Es la apertura a Dios como fuente de verdadera humanización de la persona. Es sensibilidad y compasión, gozo y esperanza, ser y hacer. Es la armonía entre la vida más interior y la vida exterior; armonía con toda forma de vida en el universo.
- Creemos que la trascendencia se manifiesta en el dominio de sí, la autenticidad, la lealtad, el discernimiento, la integridad, la ecuanimidad, la verdad y la libertad[8].
- Buscamos un sentido de trascendencia que nos permita experimentar un estado de conexión con todo y con todos[9]; una experiencia de ser, pertenecer y cuidar.
“Desde el primer rayo de vida, al despertar, hasta el último, al dormir, la dulce y amorosa presencia de Dios en el amorosísimo Corazón de Jesús debe presidir toda nuestra vida”[10].
6. Servicio.
“En todo amar y servir[11]”. Es la directriz de la espiritualidad de los Ejercicios. La persona servicial, ha superado barreras que parecen infranqueables.
Servir implica ayudar a alguien de forma espontánea, adoptar una actitud permanente de colaboración hacia los demás. Una persona servicial traslada esta actitud a todos los ámbitos de su vida: a su trabajo, a su familia, ayuda a otras personas en todos los lugares.
- Estamos persuadidos de que nuestro ideal, nuestro camino y la fuerza de nuestra vida es Cristo, un Cristo pobre, servidor del Padre en el don total de sí mismo[12].
- Practicamos el servicio para enriquecer a los demás con los propios dones y cualidades, haciendo cosas que parecen insignificantes, pero que van haciendo la vida más ligera y reconfortante.
“Servir a Cristo es reinar”[13]
7. Alegría.
La alegría es un gozo del espíritu que proviene del interior, del centro de nuestro corazón, de nuestro ser. Es posible afrontar con nuestro espíritu las cosas que nos rodean, incluso las adversas; esta actitud surge de la alegría. Es decir, no dejarse afectar por las circunstancias y dejar que la paz sea mayor que las cosas externas.
- Cultivamos la alegría que proviene de dentro.
- Reflejamos la alegría al construir en la comunidad educativa un ambiente de bienestar y paz que contagia a quienes nos rodean.
- Fomentamos la alegría como capacidad de asombro, disfrutar sanamente y descubrir la belleza y el gozo de la vida.
“La sencillez y alegría de espíritu os acompañe siempre”[14]
[1] Cf. Educar juntos en la Escuela Católica, N° 44, Congregación para la Educación Católica, 2007.
[2] Cf. Diario de M. Áurea: “3º. Tener clases para las niñas obreras, enseñándoles la Doctrina Cristiana, principios de aritmética, leer, escribir y coser”. (1 enero, 1916)
[3] Cf. Constituciones N°. 11
[4] Hechos de los apóstoles 19, 35
[5] Apuntes Espirituales de D. Pedro 1934. C2L2N17
[6]Cf. Carta de Don Pedro a las Hermanas. C12L1N138
[7] Carta de D. Pedro Legaria, Julio 1932. C12L5N159.
[8] Cf. Gálatas 5, 22-23 (frutos del espíritu).
[9] Cf. Jn 17, 21. “Padre, que todos sean uno”
[10] Cf. Carta de D. Pedro, mayo de 1932. C12L4N156
[11] Cf. Libro de los Ejercicios Espirituales N° 233.
[12] Cf. Const. N° 6
[13] Cf. Carta de D. Pedro, octubre de 1929, C12L1N.134
[14] Cf. Carta d e D. Pedro, marzo 1930. C12L2N.135